14 de noviembre de 2009

Esteban Goti Bueno: 'Ciencia y Moral en el Liberalismo'

El materialismo histórico nos enseñó en la facultad que los fenómenos que habían tenido lugar en la Historia respondían a una serie evolutiva de sistemas de producción que desembocaban inexorablemente en el modo socialista de generar prosperidad. Junto a ello, tuvimos que escarbar en la bibliografía para conocer que el ejemplo que teníamos de Sociedades Socialistas no era el que había pensado Marx, sino el que la vanguardia de los partidos del proletariado había diseñado para eludir cualquier falta de control que echase al traste el triunfo de las diferentes revoluciones que tuvieron lugar en el siglo XX. ¡Qué perplejidad la nuestra al leer! Marx había previsto una dictadura del proletariado momentánea que preparase a la colectividad para vivir sin estructuras opresivas, entre ellas el Estado. Por el contrario, los países comunistas o del socialismo real (científico), han diseñado estados indestructibles que utilizan herramientas de opresión para sofocar cualquier revuelta, la cual, si tuviese lugar sería calificada de fascista o contrarrevolucionaria.

El marxismo no dejaba lugar a dudas en cuanto a los objetivos de los individuos. No existen, pues son los intereses de clase los que llevan al proletariado a tomar conciencia de que el modo de producción capitalista niega la justicia. Por ello, una de las peores contradicciones es que un miembro del proletariado no sea adepto a la revolución. Todo ello ha llevado a que incluso la opción socialista que apostaba por la democracia fuese todavía más negativa para los integrantes de la III Internacional. Stalin llamaba a los socialistas democráticos, socialfascistas. No tuvo piedad ni con aquellos de cuya lealtad al pensamiento socialista no cabía la menor sospecha de traición.

Este ejemplo puede aplicarse a los diseños científicos que sobre la libre economía se han hecho. Es de agradecer que se haya matizado en varias ocasiones que Adam Smith era ante todo un tratadista de Moral y que dentro de este campo tenían lugar sus concepciones económicas. Encuentro que dentro del campo del liberalismo economicista hay dos ideas que tienden a ser científicas, al igual que el marxismo o materialismo histórico hizo con el modo de producción socialista.

La primera de estas ideas es que los mejor preparados tienen en su mano la llave del éxito y la segunda trata de establecer la ecuación que diseñó Smith, a saber, que el hombre (en términos generales) en su búsqueda del propio interés consigue la felicidad y así las naciones consiguen la felicidad de sus miembros. A ello cabe hacer algunas precisiones que pretenden quitar carácter científico a la filosofía liberal.

En primer lugar, respecto a la idea de que una buena preparación garantiza el éxito contradice la esencia de la libre economía. La crueldad salvaje de la vida no nos permite elaborar con plena certeza ninguna seguridad a este respecto. ¿Quién puede obligar al mejor preparado a que saque pleno rendimiento de su preparación?, ¿Querrá el mejor preparado obtener frutos, conseguir el objeto?, ¿Pueden, en definitiva, los deseos del hombre verse cumplidos siempre que ponga de su parte? La respuesta parece pasear por los caminos del No.

Por otro lado, no podemos concluir que el ser humano, en plena libertad velará por su propio interés siempre. El planteamiento de Smith podría contener un sentido condicional: “si…, entonces…” y por lo tanto el carácter categórico le ha sido concedido con posterioridad por quienes a partir del juicio de Smith han querido construir un dogma. La voluntad humana es superior a los cálculos. Ni siquiera la decisión de velar por el propio interés garantiza que la felicidad, ni en términos económicos ni morales, llegue al individuo que se planteó obtenerla. La gran igualdad de oportunidades es que no pretendamos crear un cuerpo de élite que sea el depositario de una justicia darwiniana y calvinista para a sí justificar que la competitividad tiene unos actores fijos: los mejor preparados. La gran victoria de la libre economía abierta (no monopolística, ni oligárquica) es que la concurrencia en la actividad económica beneficie a quien tenga la “suerte” de dar con una oferta que obtenga demanda. En este sentido, el carácter científico, y sobre todo, moral, de la Economía, debe restringirse al amparo de la dignidad de las personas, los Derechos Humanos que les asisten y la legalidad que una Democracia se ha dotado a sí misma.

Hay por lo tanto, una serie de rasgos “cientifizantes” en la perspectiva del liberalismo económico que no corresponden con la realidad.

El liberalismo debe aceptar que los más preparados para el éxito quieran modestia, y que quienes tienen falta de recursos variados, puedan tener éxito si luchan por ello. La ciencia resuelve muchas incógnitas y tranquiliza el espíritu ante el caos que significa el mundo, sobre todo cuando se muestra inexplicable. Pero esto es un sueño, y como dijo el autor, los sueños, sueños son.

Fuente: Club Liberal


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