19 de mayo de 2009

Documento Ideológico Ciudadanos Liberales

CIUDADANOS LIBERALES se constituye como una corriente interna en el seno de Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía, desde el más profundo respeto y lealtad al partido y con la decidida vocación y voluntad de contribuir a profundizar en el debate ideológico y político, así como en la formación y formulación de los diferentes aspectos del carácter liberal que forman parte del ideario del partido.

CIUDADANOS LIBERALES, desde una ideología de carácter liberal y enmarcada en dicho ideario, promoverá el debate interno para profundizar en los diferentes aspectos que forman las líneas centrales de la ideología liberal del partido, llevando a cabo las actividades y acciones internas correspondientes y oportunas para acercar dicho debate a todos los sectores de la militancia, así como colaborará en la línea de acción política fijada por los órganos competentes del partido que refuerce el conocimiento de los postulados ideológicos y la implantación de los criterios políticos del partido referidos a la expresada ideología liberal.

CIUDADANOS LIBERALES propone, como aspectos centrales del debate concreto y cuya importancia exige una formulación nítida sobre una sólida base doctrinal, los siguientes:

- El individuo como sujeto de derechos universales
La importancia del individuo como único sujeto de derechos y libertades de valor universal, absoluto e ilimitado, que configuran la esfera de su propia intimidad. Por ello, se hace necesario que la acción política defienda el máximo respeto a esa intimidad propia e inalienable frente a cualquier posible injerencia de la acción de los poderes públicos, de tal manera que progresivamente se perciba el respeto absoluto a esa intimidad como fundamental principio inspirador de todo el ordenamiento jurídico, reduciéndose, hasta su total supresión, cualesquiera medidas intervencionistas de los poderes públicos en el ámbito de lo privado.

- La democracia y el pluralismo constituyen el marco socio-político del Estado
La democracia es el único sistema político que permite el pleno desarrollo de las relaciones entre los individuos con absoluto respeto a sus derechos, a sus libertades y a la pluralidad presente en el conjunto de individuos que configuran cualquier sociedad. Por ello, la expresión del principio de democracia y pluralismo debería alcanzar a todas las instituciones socio-políticas del Estado y quedar plenamente garantizada en cada una de ellas.

- Recuperación del Estado de Derecho
El Estado de Derecho, fundamentado en la división de poderes, es la única fórmula racional de regulación socio-política para conjugar el anhelo humano de libertad, justicia, igualdad e independencia individual con la función del Estado de garantizar el imperio de la ley. Por ello, se hace necesaria una acción política firme y clara que contribuya a la recuperación de la noción del Estado de Derecho frente a las agresiones de los poderes públicos y la crisis en que lo ha sumido la acción de los actuales partidos políticos dominantes.

- El Estado laico garantiza la esfera de la intimidad del individuo
La absoluta separación entre lo público y lo privado es un principio político irrenunciable que debe primar por encima de cualquier intento de los poderes públicos por imponer una moral oficia. Por ello, es necesario profundizar en noción de la laicidad del Estado con una absoluta separación entre el binomio ética-moral y el binomio derecho-ley, para evitar que ningún culto o creencia tenga un tratamiento preferente que pudiera suponer menoscabo o discriminación hacia otros cultos o creencias.

- Participación y representación de los ciudadanos en la actividad política
La democracia plural es la mejor expresión de la soberanía popular, entendida ésta como el conjunto ideal de la voluntad política de todos los ciudadanos. Por ello, los ciudadanos deben tener acceso, sin restricciones, a la vida política del Estado de acuerdo con los principios de participación y representación, para que todos los ciudadanos puedan expresar su voluntad política de forma igualitaria y dicha voluntad política quede representada proporcional y adecuadamente en las Instituciones del Estado.

- Principio de libertad individual
La libertad del ciudadano es uno de los pilares fundamentales de la democracia, cuyo respeto debería extenderse de forma imperativa a todos los ámbitos de actuación de la totalidad de los poderes públicos, entendiendo que la libertad del ciudadano debe incorporarse al ordenamiento mediante la formulación de los derechos de decisión individual, de opinión, de expresión, de asociación y de manifestación sin más restricciones que las derivadas del respeto al orden público y a los derechos individuales de los demás ciudadanos.

- Principio de igualdad frente a la acción de los poderes públicos
La igualdad de todos los ciudadanos debe mantenerse frente a la acción política de los poderes públicos, y su expresión máxima en un Estado de Derecho es la absoluta igualdad ante la ley de todos los individuos. Por eso, no debería incurrirse en prácticas o formulaciones normativas que, de algún modo, pudieren derivar en situaciones de discriminación, ya sea favorable o contraria a cualesquiera individuos, minorías, grupos o colectivos sociales.

- Solidaridad y corresponsabilidad social para la formación del bien común
La solidaridad y corresponsabilidad de todos los ciudadanos en el sostenimiento de las cargas sociales y el papel destacado del Estado como garante último de los sistemas de previsión social son susceptibles de una reformulación adecuada a las nuevas exigencias de la sociedad. Para ello, debería ser objeto de especial defensa una gestión mixta, privada y pública, de dichos sistemas de previsión, basada en la capitalización privada del ciudadano con la garantía subsidiaria de una aportación estatal directa e individualizada en los casos susceptibles de desprotección.

- Libertad de empresa y autonomía de la iniciativa privada
La libertad de empresa y la iniciativa privada son los pilares básicos en los que se debe fundamentar el progreso socio-económico del Estado. Por ello, debería revisarse en profundidad el sistema actual sobre-impositivo en el plano fiscal, tutelar en lo laboral, intervencionista en el área financiera y proteccionista en el sector comercial, minimizándose la presión coercitiva de los poderes públicos sobre el sector privado.

- La Globalización como motor del progreso mundial
La sociedad global, favorecida por los crecientes adelantos técnicos en el campo de las comunicaciones y los transportes y por la permeabilidad entre los distintos Estados, en la que el individuo se erige como máximo protagonista y beneficiario de todas las relaciones humanas frente a cualquier otra construcción social basada en consideraciones históricas, culturales o nacionales, se constituye en motor que debe impulsar el progreso mundial. Por ello, debe profundizarse en la progresiva integración en la sociedad global de todas las sociedades estatales y nacionales, así como la reducción, también progresiva, de limitaciones que impidan la libre circulación de bienes, servicios, capitales y personas.

CIUDADANOS LIBERALES propone, igualmente, que el debate interno sobre los fundamentos de la ideología liberal que constituye su base de pensamiento político se desarrolle siguiendo dos criterios de aplicación práctica que permitan formular un modelo único de acción política:

- Criterio de globalidad
La construcción liberal subyacente en el ideario de Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía es susceptible de una aplicación global para toda España, y no solamente a determinados ámbitos territoriales.

- Criterio de unidad
La construcción liberal subyacente en el ideario de Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía es susceptible de expresa aplicación en la reformulación de un modelo de Estado único y libre de influencias nacionalistas o periféricas.

CIUDADANOS LIBERALES
En Barcelona, diciembre de 2008

1 de mayo de 2009

Esteban Goti Bueno: Ideologías y Dogmas

Las ideologías se gestan en estados puros. El mundo, en un estado de virginidad, se deja invadir por las ideas y así, el ideólogo da cuerpo a la doctrina. De tal manera, que toda filosofía, es decir, todo amor al conocimiento, está revestida de una blancura inocente. Un segundo paso en la conformación de la “idea” es el contraste de ésta con la realidad circundante. Pero esta inmersión en el escenario de la vida es una frustración de la primitiva doctrina, ingenua, que se ve discutida por los fenómenos del mundo tangible.

Ante ello, hay dos caminos como poco: En primer lugar, se puede barrer cuanto existe para hacer valer la “idea” originaria, a la fuerza, o bien, en segundo lugar, se puede adaptar la ideología al mundo en el que el ideólogo vive a diario. La primera fórmula, la de la extinción de la realidad, es la propia del totalitarismo. La segunda opción es de carácter humanista y amiga de la democracia. Probablemente en el propio cuerpo doctrinal de una ideología está sembrado ya el espíritu de la tolerancia o su reverso.

Existe una finísima frontera entre las ideas y las religiones. La filosofía política puede convertirse en un credo religioso con facilidad. Esto es un error grande. Las ideologías no pueden comportarse como fuentes de revelación, pues deberían estar en constante adaptación al medio. Sin embargo, el ánimo del hombre es diferente, come del árbol de la ciencia para ser Dios. El ser humano debería renunciar a creer que es constructor de la realidad, es sólo un heredero con capacidad de modelarla. De ahí que la libertad absoluta de la persona sea una posibilidad impracticable. Puede la persona todo pero con límites muy definidos. En ocasiones, el espejismo de ser hombre-dios, nos encarama para después dejarnos caer sin capacidad de asirnos a nada. De ser nuestra libertad absoluta, el asesinato, el robo, la injuria, no estarían penadas por ley alguna. No cabría la posibilidad de tener esperanza en una convivencia con respeto a los derechos básicos del ser humano.

Desgraciadamente, las personas se han empeñado en ello. Nuestra libertad, al igual que la de los otros vivientes, radica en nuestro desarrollo dentro de los límites que nos permite la Naturaleza. Jules Michelet, historiador francés del siglo XIX, decía que “el hombre es su propio Prometeo”, emulando así el fuego robado a los dioses por este personaje mitológico para ser capaz de dar vida. Una versión similar podría ser la del monstruo de Frankenstein, sólo que con una ambiente romántico de desasosiego. A los intentos de divina creación que cree poder llevar a término el frágil humano, siempre le aguarda, detrás de una esquina, la cruel realidad mundana para recordarnos que no tenemos la capacidad de alterar radicalmente la herencia recibida. El poder político, religioso y económico deberían prestar sus oídos a la poesía mística que viene aconsejándonos sobre esto desde el comienzo de la Historia escrita.

A pesar de ello, en nuestro mundo actual, el poder busca con empeño transformar el orbe a su antojo y la sociedad le sigue vociferando a favor. Hemos llevado a prisión las ideas, el intelecto, hemos cantado sus honras fúnebres al son del carnaval de la intrascendencia. “Pienso que creo[1] (extrema falsa humildad) que la filosofía política liberal, en su defensa, precisamente, de la libertad, debería respaldar el principio de que el hombre es libre dentro del marco que impone la herencia recibida, es decir la vida. ¿Podemos sustraernos al mal que existe en la Tierra? ¿Podemos sustraernos eternamente a la enfermedad, a la ruina, a la mala reputación, a los errores que criticamos en otros?

En el campo de la política estas preguntas podrían tenerse presentes. Una respuesta flexible, relativista-por qué no-, podría alumbrarnos diciéndonos que todo éxito que procure el hombre o todo mal que quiera evitar, escapa por amplios centímetros siempre a su control.

En este sentido, las ideas políticas podrían dividirse en dos bloques. De un lado, las ideologías aperturistas, de otro las autoritarias[2]. Si nuestro afán de exclusividad estuviese más rebajado, los partidarios de filosofías políticas que concedan como irrenunciables la libertad y la justicia para los ciudadanos, podrían converger para hacer fuerte a la población frente a los poderes omnímodos. Sin embargo, la rivalidad de las siglas y las esencias doctrinarias nos alejan de esta posibilidad. La consecuencia es que los partidarios del principio de autoridad descomunal ganan terreno, pues llegan a acuerdos mutuos con mayor facilidad que los aperturistas. ¿Quiénes conforman uno y otro bando? Aquí la pregunta, allí, en el abismo, escupo la respuesta. Pues bien, todos aquellos que entiendan que la libertad de la sociedad es un bien imprescindible que se debe conservar, engrosan las filas aperturistas. En este grupo podemos encontrar a liberales, por supuesto y también desde una perspectiva de moderación, a socialdemócratas y conservadores. No es, pues, sólo la ideología lo que redime del espíritu autoritario, sino la actitud de quien la personifica. Para ahondar en personalidades políticas capaces de llevar a cabo estas actitudes se hace imprescindible el cambio de un Parlamento dominado por los partidos, a otro en el que sean los representantes, los destinatarios de la soberanía nacional que corresponde a todos los ciudadanos.

En el campo contrario, en el de los autoritarios, podemos hallar a socialdemócratas y comunistas o socialistas radicales, conservadores fanáticos y nacionalistas intransigentes. Vemos que se ha repetido grupo ideológico, sin embargo lo que cambia es la perspectiva. En este caso entiendo a estos grupos como defensores intolerantes de la autoridad de los gobiernos, sobre todo si son unos y otros los que ocupan el sillón presidencial. Los liberales no deberían nunca engrosar las filas de los autoritarios, salvo que fanaticen el baluarte de su doctrina, la libertad, y la lleven a cabo de forma que reine la anarquía incontrolada, bien en el campo económico o en el político. El liberalismo no debe dejar de preservar su mundo ideal pero es aconsejable que no lo instituya como una religión sectaria que divide a los hombres entre trabajadores merecedores del éxito y vagos que han de cargar con la miseria. El relativismo al que he hecho alusión, permite que todos nos veamos en momentos de nuestra vida como militantes de uno y otro colectivo. La sociedad se degrada en cuanto la colectividad impide la iniciativa particular, o bien cuando el individuo cierra los ojos ante el sufrimiento de la exclusión social o material de sus conciudadanos.

No, los liberales no deben ser quienes cierren el entendimiento y el corazón ante la marginalidad o la pobreza, sino aquellos que defendiendo a la persona libre, entienden que no puede haber auténtica libertad, paz ni justicia mientras exista una bolsa de miseria que engendra malestar e inseguridad. Es aquí, donde la utopía liberal de un mundo compuesto de individuos felices con su propia producción y autogobierno, debe acercarse a la realidad de una sociedad con problemas y necesidades que exceden de los esquemas dorados que toda filosofía política contiene. Es así como el liberalismo irá acogiendo más huéspedes en su hogar; con liberales que no teman la solidaridad, porque saben que ninguna libertad se halla en juego por la lucha contra la exclusión de sectores de la población, en razón de su sexo, origen o situación económica. Estos nuevos liberales harán de los actuales estados, la cuna de una nueva forma de hacer política donde el pacto entre opciones aperturistas favorezca que la ciudadanía sea más libre, es decir, que se encuentre menos supeditada a las directrices de un gobierno, o de la ingrata fortuna. Estos nuevos liberales contribuirán a un mundo en el que los monopolios vayan reduciéndose, donde existan, verdaderamente, unas actividades económicas sin intervenciones despóticas que provoquen nefastas consecuencias como el hambre de los más débiles, de los que no parten de situaciones de igualdad en el inicio de toda relación económica. Ente quien mira hacia abajo y quien mira hacia arriba en un negocio, siempre habrá beneficios no pactados, sino impuestos, a favor de quien observaba desde las cumbres. Así se hizo el Tercer Mundo. Hoy, más que nunca se hace necesario otro 1789, otra toma de la Bastilla, que prescindiendo de los “intereses de clase”, sacuda la conciencia. No podemos delegar en los grupos antisistema la contestación a la injusticia que hay en el mundo. Cualquier auténtico liberal es capaz de percibirla.

La realidad resultante de esta nueva revolución incruenta, no es mundo de ciudadanos acaudalados, cuyas copas doradas rebosan de vino, no es la Arcadia feliz de acrisolado patriarcalismo que reivindicaba el diputado alavés Don Pedro de Egaña a mediados del siglo XIX, sino que por medio de una auténtica libre economía, y de un poder político no despótico, la ciudadanía podrá pisar con más seguridad el suelo que hoy en día se tambalea a causa del hambre, la guerra y la corrupción.

¿Qué es una economía libre real y un gobierno no despótico? Los dioses deberán insuflar más entendimiento en el próximo sueño.


[1] Expresión propia, elaborada con malicia para salvarme las espaldas de un hipotético error.

[2] Esta división es grosera, apto sólo para una breve reflexión como la actual.

Fuente: Club Liberal


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